Intervalo

No hay peor cosa que te corten una película para ir a un intervalo. No hablo de "pausa comercial" ni algo por el estilo: intervalo, sí, cuando por fin conseguiste olvidar por un rato la calle, tu trabajo, la entrevista que tenés que hacer, que aún no te pagaron esa nota, que te duele la pierna o que se acerca el verano y no tenés ni idea sobre lo que vas/querés hacer. Tu cabeza mira hacia adelante, los ojos están estampados en esa tela o pared blanca plagada por imágenes, mero movimiento. Y justo ahí cuando llegaste al cenit del relax, pum!, las luces se empiezan a prender y aparece un anuncio que dice "intervalo". "¿Cómo? ¿Qué corno es esto?", pensás, pero no lo decís. Y ahí tu sorpresa: te percatás de que estás acompañado, no por sombras o especie de siluetas oscuras, sino por personas, extraños, cerca o lejos de vos, que gesticulan como si los hubiesen desperatado de un sueño y encandilado con una luz los ojos. Y el tiempo no pasa, cambiás de posición, bajás una pierna y subís la otra, te desanudás los cordones, prendés el celular (porque todo buen espectador lo apaga y NO COME en la sala) chequeás si alguien te escribió o llamó (nadie en una semana, un record, bah, no tanto) y empezás a ver alrededor. Y ahí se apaga la luz y esas personas se disipan: vuelven a ser contornos, tan inertes como sillas, alfombras y altavoces.