Saltar de categoría

Si no le gustás a una persona, no hay gesto, palabra, regalo que cambie su decisión. Ya está, fuiste etiquetado: de ahora en más sos amigo, conocido, compañero, un extra; alguien que puede o no estar pero que no tiene posibilidad de saltar a la otra categoría. Lo peor es tener esperanza: seguir intentando cruzar esa frontera, volver a la categoría de "gustable" para esa persona (si es que alguna vez estuviste en esa categoría). Es que no te ve de esa manera: al menos que pinte (mucho) alcohol mediante y se den justo en un momento miles de circunstancias, la cosa no será más. Y listo.

Relación inercial II

Hay gente que dice ser tu amiga y mucho no le importa si estás o no estás en x lugar. Y si estás, ni te registran, te pasan por alto, te esquivan, hablan justo cuando vos hablás o se van así nomás, sin saludar. Como si nada. Como si fueses un fantasma, algo etereo, inexistente. Ellos viven en sus (pobres) mundos. Se ven al espejo y se adulan. La vacuidad crece en ellos al punto tal de comerles neuronas de a millares. La ropa, el peinado, el celular, las zapatillas, son sus preocupaciones. Todo lo demás es relleno.
Pero el problema no está en ellos sino en vos: en continuar pensando que son tus amigos cuando en realidad no compartís nada. Son extraños que se reconocen mutuamente, pero en sí no hay nada que los una. Ni siquiera la inercia o el aire que respiran.

Ultimo momento

PATROCINIO

Este blog está patrocinado por Kentucky Fried Chicken (sucursal Boston, EEUU)

Dark

Sí, me pasé al lado oscuro. Ahora soy dark. Pero nada de pintarme! Eso sí: se me borró el contador. Ups.

Confirmado

Confirmado: hay gente cuyo verdadero trabajo en la vida es arruinar el día a los demás. Por más buena voluntad que le pongas a la cosa, ellos siempre estarán ahí, a la vuelta de la esquina, en la escalera del subte, enfrente de tu escritorio en el trabajo, listos para abrir la boca y desplomar tu ánimo con sus opiniones, comentarios y sufrimientos.
Es cuando me gustaría que apareciera de la nada un botón eyector: para presionar y para que se le abra el piso a la persona en cuestión, y así caiga en un foso y sea comida por cocodrilos angoleses.

Las cosas del coso

No sé si será la palabra más "linda" del castellano (¿desde cuándo caen las palabras bajo un juicio estético?, y ¿a quién le importa si las palabras son lindas o feas?), pero sí es la más útil, la más usada. O como la llamo yo, la palabra comodín: "cosa" o "coso". Encaja perfectamente en cualquier oración. No transmite nada, sólo llena un espacio dedicado a un sustantivo. Reemplaza, no aclara. Está bien: es una clara señal de ausencia de un vocabulario florido, pero es lo que sale cuando te aguijonean con preguntas o cuando rogás por una respuesta. "¿Trajiste la cosa?", "me olvidé el coso", "¿qué cosa, no?", "¿cómo se llama coso?". Y así. Un aplauso para el coso, que lo tiene bien merecido.

Los desconocidos de siempre

Hay relaciones forzosas. Por ejemplo con la gente con la que te ves siempre pero nunca cruzás palabra. No voy a ahondar mucho porque del tema ya escribí alguna vez. Ocurre en el trabajo (con los que son de otra sección, por ejemplo), en el gimnasio, y sobre todo en la parada del colectivo. Sí, porque si sos de salir de cierto lugar rutinariamente a cierta hora sí o sí hay altas probabilidades de que te encuentres asiduamente con la misma gente. Los ves todos los días, sabés que te ven y que te reconecen. Pero eso, ¿implica algo? Yo creo que no. Pero algo hay. No son 100% desconocidos. Serán 97 % desconocidos. Ahora bien, esa rutina sirve como excusa para entablar diálogo. No sé. Sirve sí para imaginar cosas, vidas, relaciones, a partir de trozos de diálogos por celular escuchados furtivamente. O suposiciones que se hacen a partir de una prenda, de algo tan nimio que funciona cómo índice; signo de que detrás de esa cara, esa expresión rutinaria y desconocida, hay una persona, una historia a la que nunca vas a tener acceso al menos que le digas "hola".

Música para escuchar con la luz apagada

Takk - Sigur Rós
Ágætis Byrjun - Sigur Rós
( ) - Sigur Rós
Von - Sigur Rós

* Preferiblemente bajo cielo estrellado, despaturrado en el pasto.
Coincidio plenamente con la teoría de mi amigo "el sociólogo". Takk es primaveral, Ágætis Byrjun, otoñal.

Un aplauso para..

...P.C. y su nuevo departamento amarillo.
...C.H. por su mudanza y su próximo aniversario.
...M.C. por su perseverancia ante la mala suerte.
...N.A. (sí, vos!) por sus fotos increibles que no muestra por verguenza.
...N.A. (otra vez) por casi desgarrarse al conseguir una ambulancia para un amigo caido en accion (futbolistica)
...M.E.G. también por sus fotos marplatenses y sus siempre buenas e inteligentes opinioones sobre la vida.

Contagio

¿Por qué gritan los conductores de tv? ¿Por queeeeé? ¿No tienen un micrófono en la mano? Lo peor es que aturden. Contagian intranquilidad, caos, histeria. Es exactamente lo que pasa cuando vas por la calle. Las bocinas de colectivos, taxis y otros autos aturden. ¿Cómo anular el exterior? ¿Cómo retomar la quietud interna, cierto estado de paz? Tal vez tendría que estudiar pensamiento zen o algo así.

Relación inercial

Hay gente con la que querés estar y no estás. Y hay también gente con la que no te enloquece estar, pero estás. No está mal eso: ocurre que no hay un punto medio tangible. Y si lo hay eso debería llamarse felicidad. La cosa es que uno muchas veces no se replantea si las personas con las que finalmente uno sale lo gratifican tanto como deberían. Son relaciones inerciales, no sé. O tal vez habría que pensar que el ánimo de uno es un factor más que importante a tener en cuenta, ante el cual cualquier persona amable se convierte en insoportable.
Bue, no importa, era algo que pensaba recién en el colectivo.

Deportes

Ha comenzado la competencia:
http://ueba.com.br/html/Screwing-Other-People-Photography

Pido perdón
http://www.ustedperdone.com/

Los puentes de lo irreal

Hay bloggers que se leen, se comentan, pero que en la realidad ni se saludan. No se reconocen como interlocutores. Son desconocidos. Se hacen los desconocidos, más bien. No sé cómo puede suceder eso, pero sé que pasa. Y muy seguido. Tal vez sea indiferencia real (no virtual). Tal vez uno esté equivocado y caiga en el error de pensar que porque uno cruzó ciertas palabras por acá, por esta pecera de lo irreal, uno debería o podría hacerlo allá afuera, en la realidad. Quizás el desquiciado sea yo, que sigo pensando que estos dos son mundos contiguos, vinculados, conectados de alguna manera, cuando en verdad no son más que reinos autónomos con sus propias leyes, criterios y modales, separados y sin puentes que los unan.

Lo logré!!!

Superé las mil visitas!!!! miracolooooooo
Bah, debo confesarlo, gran parte de ese número corresponde a mis visitas y a algún que otro f5 presionado.

The best song ever written

IN THE SUN - Joseph Arthur (Hay versiones con M. Stipe y C. Martin)

I picture you in the sun wondering what went wrong
And falling down on your knees asking for sympathy
And being caught in between all you wish for and all you seen
And trying to find anything you can feel that you can believe in

May god’s love be with you
Always
May god’s love be with you

I know I would apologize if I could see your eyes
’cause when you showed me myself I became someone else
But I was caught in between all you wish for and all you need
I picture you fast asleep
A nightmare comes
You can’t keep awake

May god’s love be with you
Always
May god’s love be with you

’cause if I find
If I find my own way
How much will I find
If I find
If I find my own way
How much will I find
You

I don’t know anymore
What it’s for
I’m not even sure
If there is anyone who is in the sun
Will you help me to understand
’cause I been caught in between all I wish for and all I need
Maybe you’re not even sure what it’s for
Any more than me

May god’s love be with you
Always
May god’s love be with you

otro mundo

Los cybers, definitivamente, son otro mundo. Distinto, bizarros, con sus propias reglas y sus propios habitantes. Primero: la mayoría de estos lugares son regenteados por extranjeros. Ya sea chinos o rusos. Sí, rusos. Tienen su propia atmósfera, con un vaho, una neblina llena de humo y olor a chivo. Las computadoras son impersonales, llenas de porno y algunas con bloqueadores de porno.
Y están sus visitantes asiduos: la que canta/el que canta (y los que no le dicen nada), el vejete verde que va a ver porno, los nene con los ojos que se les salen de jugar tantos juegos en red, el que se le rompió la impresora a último momento, y la dulce mujer que quiere, valientemente, empezar a dar sus pasos en internet aunque no tiene computadora en su casa para hacerlo en la intimidad.

Relatividad

Te despertás. Le pegás una piña al despertador y dormís 5 minutos más. Exigís, rogás, 5 minutos más. Y cuando te despertás de nuevo, con esa senasación de que el tren del sueño ya partió y que irremediablemente tenés que arrancar de nuevo, te percatás de que no fueron 5 sino 35 minutos los que se te fueron volando, y que vos, como un gil, estás por llegar 35 minutos tarde.
Te envalentonás, tomás impulso, movés una pierna, después la otra y tocás piso seguro con la misma repulsión con la que Neil Armstrong apoyó sus blancos zapatotes en el grisáceo suelo lunar. Y entonces, el camino eterno, el diario trayecto a la Meca: el trecho que va de la cama al baño. LLegás, por fin. Te mirás al espejo y por un attosegundo no te reconocés. Es más, te sorprendés. Pensás que hay alguien en tu casa. Y peor: mirándote. Seguís en otra parte. Ni allá, ni acá. Sino en una especie de limbo, una sala de estar entre el sueño y la vigilia.
Y de nuevo mirás el reloj. Y por si ese recordatorio de que estás 35 min tarde fuese poco, en la radio no paran de darte la hora como para rememoriarte tu tardanza.
Entonces, ahí, casi sin estar vestido, te creés tu propio cuento de que te hacés el desayuno. "Pseudodesayuno", será más bien. La artificialidad hecha café instantáneo, una galletita humedecida que encontrás por ahí y listo. No tenés tiempo. Sabés que tenés que agarrar ese subte, ese colectivo que pasa en ese horario. Y si no , la catástrofe.
Creés que estás satisfecho, pero no. Sabés que tu estómago te lo reclamará en tan sólo 30 minutos, pero no importa. La cosa es salir, salir como sea.
Te vestís. Una media de un color, otra de otro. El mismo pantalón arrugado, la remera que tendrías que lavar pero estás seguro de que aguanta al menos un día más (la tardanza lo justifica absolutamente TODO), llenás tu mochila, los bolsillos, te asegurás tener la billetera, ochenta centavos si tomás el colectivo (¡buscás monedas como si fuese la búsqueda del tesoro!) y las llaves. Una tragedia si no encontrás las llaves.
Y salís, pensando que tenés todo lo que vas a necesitar ese día cuando en realidad te olvidás algo, seguro lo más importante. Caminás rápido, afiebrado. Saludás al portero, esquivás jubilados que cual turista en peatonal van a 2 m por hora.
Entonces pueden pasar dos cosas: si tomás el subte, llegar justo cuando a todo el mundo se le ocurrió tomarlo y ver cómo se forma una cola descomunal, con gente a otro ritmo, cultores del nuevo movimiento filosófico "slow life". Pagás y entrás. Y justo, justo ahí, ves como la formación se aleja, riéndose en tu cara.
Opción b: decidís ir en colectivo. En el camino a la parada te palpás el bolsillo para ver si tenés monedas. Te fijás que la de 50 centravos no sea trucha y cuando levantás la cabeza, ahí está. Sí, apenás llegás a la esquina, a 15 metros de la parada: el colectivo furtivo que se fue.
Tanto en la situación a como en la b el tiempo se detiene, se hace chicle. Y entonces, mientras puteás a nadie, te das cuenta de que tu ajetreo anterior no sirvió para nada.

Disco para escuchar con la luz apagada

"Illinois" - Sufjan Stevens

Vos sabés...

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