El juego de la silla

Lo peor de trabajar --o lo que es lo mismo, pasar varias horas de tu vida-- en un lugar donde escasean los recursos es cuando ya no tenés seguridad de las cosas más básicas. Digamos algo tan obvio, si es que tu trabajo es sedentario, como una silla. Al haber pocas buenas, pocas sanas, se arma una especie de juego de la silla global en el que todos tus compañeros --quieran o no, sean superiores o no-- participan. Llegar temprano es ideal para elegir y, también, para observar quien le saca ("robar" suena feo porque implica propiedad) a quien. Los movimientos más ágiles y más aplaudidos (como también abucheados debo decir) es cuando alguien, digamos X, le quita la silla a Y, mientras Y se va al baño o a ver si llueve. Al volver Y intuye algo extraño. Mirada va, mirada viene advierte que ahora X tiene sus cachas sobre la silla. Y ahí se arma el quilombo o como decía un viejo amigo, el tole tole. Mientras unos cuantos observamos --cual espectadores de Titanes en el ring--, la trifulca (qué palabrita!) continúa y se disipa. Algunos otros, en cambio, hasta llegan a mandarse durante el pleito mensajitos ácidos y jocosos a través de un viejo sistema informático que ya pocos recuerdan y utilizan, pero que pese a eso no perdió su sagacidad.