Alfajores

Hay una relación estacional y entendible entre el invierno y el chocolate. Frío y calor, frío y dulce, como si fuera un par de opuestos que se cancelan. ¿Pero verano y chocolate?: No, no se comprende mucho esta relación casi simbiótica entre vacaciones y alfajores. Y aún así, persiste. Globalización mediante, ya no es lo mismo que te traigan una caja de Havanna cuando a alguien se le acabaron sus días de felicidad momentánea y no tuvo otra que volver al ruedo de la rutina, el asfalto, el subte, el humo de los colectivos y los bocinazos sin razón alguna. A ver si se entiende: ahora se puede comprar casi en cualquier parte estos ricos alfajores, pero no por eso pierden su mística cuando alguien vuelve con una caja bajo el brazo.
Ahora bien, dentro de este pensamiento ridículo hay otro pensamiento más, encastrado: las dudas filosóficas que rodean al bendito alfajor de dulce de leche, o lo que es lo mismo, el "alfajor plateado". La teoría es que está para resaltar al alfajor más deseado, "el alfajor dorado", el que se acaba más rápido, el que todos se pugnan por saborear: el alfajor "elegido". Pobre alfajor plateado, es el que nadie quiere pero que uno termina comiendo cuando no hay más. Es el eterno segundo. El eterno "no hay otra". Es el "alfajor de descarte".