Postal

Desde el mismo momento en que sentís que son una obligación, las vacaciones pierden su sentido. Es que para muchos --los menos-- el (supuesto) placer vacacional es impuesto como un mandato: ir a Mar del Plata no como un deseo sino como una órden, un "tenés que ir sí o sí", y sobre el cual uno no tiene otra actitud más que la resignación. Es curioso porque lo que se supone que debe ser un momento de desenchufarse de todo, de relajarse y pensar en nada, hacer nada, se vuelve estresante antes de comenzar: la imagen de calles repletas de gente (chicos histéricos e hinchapelotas incluidos), colas interminables, playas de basura, promotoras y promotores a diestra y siniestra, van fusionándose en una postal indeseable, berreta, típica. Son las vacaciones según Crónica y los programas del mediodía que titulan "Salió el sol", como si fuera una gran noticia . Ahí te das cuenta que en realidad ese lapso no es relajante, no son vacaciones. Es repetir tu vida cotidiana en otro ambiente, con más calor y arena, que hace de cemento al menos por 15 días.