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El límite

En una época donde el trabajo está sobrevalorado, pensar en descentralizar de la vida de uno las obligaciones diarias es más fácil que hacerlo. Se piensa la vida en relación al trabajo y no el trabajo en relación de la vida. Así y todo, no hay un "modelo laboral". Cada lugar/profesión/oficio tiene su dinámica propia, sus leyes físicas invisibles que uno recién advierte cuando deja de ser "el nuevo" para formar parte del mobiliario como las plantas, las columnas y las sillas. Están los trabajos de reuniones permanentes (¿qué se hacen en ellas? ¿por qué tantas?), trabajos de funciones casi atómicas donde uno trabaja en lo suyo (soledad/aburrimiento/plomazo/falsa sensación de libertad/desapego), en los que uno es sobre exigido, en donde uno es subexigido (sin incentivación), en los que uno entra muy temprano y en los que uno entra tarde y se va tarde, mientras los demás ya están cómodos en sus camas con la panza llena. Y aunque uno diga que no ("a mi no"), aunque uno no quiera ("ni a palos"), lo cierto es que estas leyes modulan la personalidad, la subjetividad, el temple del trabajador. Son fuerzas tan opresivas como la inercia. Sólo que no las ves, pero están: las sentís en tus sueños, en tus proyecciones, limitando tu imaginación.

Je m´apelle...

Hace varios años (¿una década?) una publicidad de un banco ahora inexistente protagonizada por chicos que en su hablar curioso miraban a cámara señalaba que el nombre es una de las cosas más importantes que uno tiene. Si bien no era más que una línea hueca de publicidad (no escuchada por los mismos bancos que suelen cambiar de nombres al fusionarse con otras entidades), en cierto aspecto tiene razón: conocer el nombre de una persona llega a modificar una cara, una fisonomía. El no saberlo, en cambio, acrecienta la intriga y genera fantasías (¿tiene cara de Romina o de Clara?). Sin embargo, hay personas que no le dan mucha bola. Son los que hacen de un apodo, su nombre oficial, su carta de presentación tanto en la privacidad como frente a desconocidos. Ahí están, pues, los que sin pudor se presentan como "Quique" tal o como "Lucho", "Pepe" o "Pancho", pretendiendo que todos los llamemos como los llaman sus parientes cercanos. Me niego. Sus nombres son ridículos e intentan imponer una cercanía que me es ajena y ante la que soy indiferente. Sean adultos y acepten el nombre que les pusieron: Enrique, Luciano (o Luis), José y Francisco. ¡Y a otra cosa!

Flor de edición

6 años de fotos diarias.

Avestruz

Vida de consumo (Z. Bauman)

Teoría del silbido

El silbido puede parecer la cosa más común del mundo pero no es del todo así. Si uno lo analiza al detalle advertirá que hay zonas donde está prácticamente vedado (en una sala de cine, en un consultorio médico, en una iglesia, etc.) y otras donde está abiertamente permitido: calle, ascensores, playa. Sin embargo, el reino del silbido está definitivamente en los vestuarios. Allí se dan hasta silbidos en orquesta, sonattas, conciertos a capella. Y nadie pone cara rara. Porque los silbidos son tan propios de los vestuarios como el calor agobiante, el ruido a ducha, el repiqueteo de las ojotas. Y más...

Quilombos

Lo mejor de un lugar de trabajo es cuando una amenaza corta el silencio. "¡Te voy a cagar a piñas!" le sucede a un "boludo". Demuestra que aún hay gente viva.

Protocolo de chingolo

Las reuniones de balances anuales en ciertos institutos logran atraer a los personajes más variados. No sólo porque se sabe que después de un discurso soporífero de sus máximas autoridades (sí, aquellos directores guardados en formol, ajenos a la realidad) viene la comida --un macrodesayuno, un almuerzo, una picada, algo-- sino porque es ahí donde pueden ostentar su "posición de mando". Por empezar todo es formal. Hay una fila de asientos reservada para ellos (más hombres que mujeres que exponen siempre sus avejentadas caras, aunque uno no sepa bien cómo se llaman) y levantan la mirada con gesto de "yo soy un kapanga". Luego están los periodistas que, como hormigas, en vez de estar tras la noticia enfilan detrás del canapé, el salamín o el queso. En un campo en donde hay pista abierta para el narcisismo exagerado, están los que se la creen. Todos saben (ellos también) que están en "medios tops", una circunstancia que no limpia el hecho de que sean mediocres. A ellos se les adosan como parásitos los "wannabe", aquellos periodistas de medio pelo que quieren codearse con la créme de la créme, aunque todos saben que son unos figurettis. El discurso y su pomposidad, en realidad, no es más que la excusa para lo que viene: una lucha descarnada por un sandwichito, en el que no importa si sos hombre, mujer, joven o viejo, periodista o funcionario; frente a los ojos del otro, sos el enemigo.

traidor

Cuando te vas de un lugar, pero permanecés allí durante un breve tiempo de transición las miradas cambian. Ya no sos funcional, ya dejás de pertenecer. Los dejás. ¿Será la matriz melodramática argentina la que hace que siempre se piense en función del `estás con nosotros o en nuestra contra' o en traiciones y fidelidades?

Pasillito de Buenos Aires

No tardan en pasar unos minutos --¿qué minutos? ¡unos segundos!-- arriba del colectivo para que adviertas que algo raro está pasando. Es una sensación de desagrado, de extrañeza y no tiene nada que ver con que sea un domingo a la noche, ni con que te hayas devorado un par de medialunas y otras cuantas empanadas: al colectivo 65 algo le pasa. Sí: ¡te subiste a un 65 mal diseñado! Hasta ahora el mal gusto estaba dado por la altura incomprensible de los techos, el desnivel, el espacio-tapón que se abre entre la máquina y el primer par de asientos empotrados sobre la rueda, sólo 3 manijas de dónde agarrarse, cosas así... Pero esto sobrepasaba todo lo anterior: !un colectivo de transporte urbano de pasajeros con dos líneas de dos asientos! O sea, un pasillito minúsculo por el cual pasar. ¿Quién diseña estas cosas? Seguro que nunca viajó en colectivo. Seguro, seguro y más que seguro.

Go home!

Se cuenta por ahí que Dante Spinetta masca el mismo chicle desde hace 30 años y que no puede dejar de mover la mandíbula en cada entrevista que le hacen. Cuando le intentaron una vez arrebatar la gorrita que usa se puso a llorar (casi tanto como cuando fue a Nueva York y le gritaron "sudaka, go home!". Desde entonces, se cree el cantante más cool de hip hop de Buenos Aires, aunque, claro, nadie le entiende una sola palabra que dice.

Elecciones

En una época en la que desde "adentro" se pueden hacer cosas que antes sólo se hacían "afuera", el salir se vuelve en ciertas ocasiones un deber. Porque el estar sentado frente a una pantalla sólo se sostiene por la ilusión de pertenencia y contacto: aunque dialogues, intercambies palabras y gestos, irremediablemente siempre estás sólo. Cuatro paredes, una caja con luces y vos. Al salir, en cambio, al contactarte con el mundo aquella ilusión se resquebraja: por un momento te das cuenta que "el mundo" no es aquel mundo encerrado en un aparato, fotos, videos, signos. El mundo real no es completamente sígnico: está compuesto, en cambio, de copresencias. Un día podes ser uno en una masa, otro, un espectador en un teatro semivacío pero sacudido por guitarras eléctricas, y al siguiente un lector semindignado por la manera en la que un libro crucial fue llevado a la pantalla. Todo es elección: sos vos y otros. Otros y vos.

Jumper

Click

¿Las cámaras fotográficas existen gracias a la profusión de cumpleaños, salidas, fiestas o en realidad, y aunque mucho no lo advirtamos, los cumpleaños, salidas y fiestas se despliegan sólo cuando aparece en escena una camarita? La respuesta parecería fácil, pero no tanto. Sin muchas estridencias, para ciertas personas los factores se están alterando, y la foto (ese registro material del aquí y ahora inmaterial) no es más lo circunstancial, el retrato de ese momento vivido efímero: la foto es ahora la finalidad, el objetivo, y todo lo demás (cumpleaños, salidas, fiestas, amigos) un simple decorado con sus extras que llenan un hueco en la bidimensionalidad del fondo.

Nuevo Mandamiento

"No mezclarás bebidas alcohólicas".

Cosas que te pasan cuando vas a un recital

1. Llegar y que la entrada a campo te quede en el extremo más lejano.
2. Mostrás la entrada, levantás la mano, te toquetean, pasás, te cortan el ticket, te bombardean de folletos, turbas arrojadas sobre el merchandising, vendedores de pochoclo, agua, panchos y hamburguesas cada uno con su original y risueño grito de guerra marketinero.
3. ¿Dónde ir? ¿Derecha o izquierda del escenario? ¿Adelante, muy adelante, medio? ¿Me quedo acá o no? ¿Me siento o no me siento? Me siento. ¿Para qué vine tan temprano?
4. ¿Qué? ¿ya empieza? Naaa. ¡Sí! A ver. Sí. Todos de pie. Apretujate, sí, como sardina. Repitamos: "todos somos sardinas".
5. El que canta a todo lo que da. El que canta pero no le pega con la letra. El que se mueve. El que se queda quieto y mira. El que aprieta a la minita de adelante. La que habla por teléfono como si nada pasara. La que manda mensajito de texto. La que llama a la casa y le dice a la madre: "cuchá, cuchá". El que saca fotos con el celular, el que graba con la cámara de fotos. La que se sube a los hombros y no se baja por nada del mundo. El chabón altísimo que se te pone justo enfrente. La mina con olor a chivo. Las minitas que gritan enfervorizadas justo al lado de tu oído. El que prende un cigarrillo en medio del pogo asfixiándonos a todos. El que pone una mano en tu espalda en el medio del salto.
6. "¿Ese es el guitarrista?, ¿estás segura?". No: es el chabón que prueba los instrumentos.
7. "No escuché ninguna de sus canciones, pero me gustan!!!!!"
8. "¿Cómo se llama el cantante?". Fran. "¡Fraaaaaaa, ai lav iu!!!!"
9. "Me mira a mi, a miiiiiiiiiii!" Si, segurooo.
10. "¿Cuánto falta para que empiecen los otros? ¿Cuánto falta?"
11. "¿Terminó?" "Sí, vámonos."

J´acusse

¿Me parece a mí o Cristiano Ronaldo tiene cara de estar garcándose todo el tiempo?

Sigo saltando

No se entiende

¿Qué hace que una persona se vista, se ponga desodorante, suspenda por un rato su agenda, se dirija al cine, pague una entrada abultada, se siente en una butaca al lado de su acompañante y a los 10 minutos de empezada la película decida unilateralmente levantarse e irse? ¿Acaso ciertas personas ven la luz del cine prendida y se meten para ser sorprendidos en un rapto de espontaneidad? Porque, convengamos, el pararse e irse sin ver todo el relato, todo lo que el director quiso decir con sus imágenes, es una decisión que se ha de tomar si alguna fibra íntima es tocada, alterada. ¿Qué imágenes pueden provocar tal reacción? ¿El ver ciertas imágenes y tildarlas de "inmorales" habla de la persona que así las catalogan? ¿Cómo puede ser que algo tan natural como órganos sexuales, personas en pleno acto sexual, asqueen e impulsen a un espectador a salir corriendo del cine?

All due respect...

Todo tiene un final. Teoría 1:

Canciones que no te podés sacar de la cabeza

Life on Mars - David Bowie

La metafísica de las cosas

Imbuidos en el realismo cotidiano, se llega a pensar en un acto de automatismo sensorial que las cosas solo son objetos inertes, unidimensionales, con una o pocas funciones. Que están ahí y que son en todo momento y todo lugar simplemente iguales. Pero no: el solo hecho de cambiar de escenario o alterar momentáneamente la configuración de tus sentidos prueba que las cosas tienen una dimensión situada, esto es: dependen de dónde las encuentres y cuándo. Quizás este análisis metafísico de los objetos, te ayude a comprender por qué al entrar a una casa ajena las sillas, las mesas, las ventanas, la cama, el aire mismo (un conjunto de elementos no muy extraños) te interpelan de una manera nueva, distinta. No son los objetos que vos conocés, son objetos que el otro conoce (el dueño y habitante de esa casa). Los objetos te hablan y sí, lo hacen en diferentes idiomas que te incomodan hasta que pasas un rato con ellos y los comenzás a entender.