muchas cosas, cosas muchas

* De poder elegir, ¿dónde te sentás en el colectivo: en un asiento de a dos, en uno de uno, en la fila de atrás de todo, al lado de una ventana, entre dos gordos/as? Para mí el mejor de todos es el de atrás de todo a la izquierda o la derecha.
* Para cuando la "moda subte": sí, ropa diseñada para ir por la calle, entrar al subte y soportar los cambios abruptos de temperatura. De ser posible, debería tener capucha con audifonos o algo que evite que sufras el ruido de las vías chillando.
* ¿Qué pasa por la cabeza de las personas que asisten a una fiesta "de artistas" en la que al principio no hay música? ¿Qué pensamientos fluyen? "¿este quién es? ¿qué hace acá? ¿de qué medio es? ¿qué pintó? ¿es o no es? ¿soy un capo o un idiota que se cree un capo?".
* ¿Cuánto tenés que tomar para sentirte cómodo en un lugar, para pensar que no te miran, no te interrogan con la mirada?
* ¿De dónde sacás el tiempo para leer todo lo que tenés/querés leer?
* ¿Cómo reaccionar cuando te subís a un taxi conducido por un reivindicador de Onganía y del "10% de los desaparecidos está vivo" y encima afuera llueve como si se fuera a acabar el mundo?

La voz como pistola

¿Hay algo más inverosímil que los musicales? Les duele la panza y cantan. Sueñan con una vaca lechera y cantan. Los golpean y... cantan. Y para colmo --¡o barbaridad!-- no riman: las canciones no pegan y parece cualquier cosa. Pese a eso, la experiencia de ir a ver un musical como Rent no está mal si se abre un poco el panorama y se considera la salida entera como una experiencia. La compañía, el ir a comprar la entrada, el vestirse (nota mental: escribir otra entrada sobre cómo la gente va vestida a los musicales), los compañeros de butaca (al costado, adelante o los de atrás, sí, ¡miembros de un club de fans!), el oxígeno que da el intervalo, el tedio mezclado con la sorpresa, el final, la salida, la comida, el regreso.
Los musicales explotan una idea no muy consensuada (que desde Hijo del Hijo no compartimos): que la música cura al mundo. Si fuera así, un nuevo ejército se levantaría: el de los seguidores y participantes de "American Idol" o "cantando por un sueño" con sus voces como armas. Gracias a dios que no se les ocurrió. Todavía.

Imperdibles

* La bruja Cachabacha (Catalina Dlugi) diciendo "uchú en tresdé" , "uchú" (U2 en 3d)
* No hay nada como ir al trabajo escuchando "Everythings gonna be alright" de Bob Marley.
* En el centro uno tiene que tener mucha cintura: para esquivar a las personas que te agolpan en las estrechas veredas, para no hundirte en un pozo, para que no te caigan gotas de los aireacondicionados, para taparte del sol, para esquivar los colectivos y autos, para que no te asfixien con sus caños de escape.
* Si yo no tuviera trabajo me iría todos los días a Plaza de Mayo y pondría un puesto de pilas, mapas turísticos o directamente cobraría por sacarle a los turistas fotos.
* Al bajar a la estación Bolivar del subte e la temperatura sube de golpe, fácil, 10 grados.
* Mi alma gemela es Dexter, sí, el de la serie: soy tan asesino como él.
* ¿Qué comen los patovicas de lugares como Acatraz? Están bien rechoncitos.

Mails que llegan

Now you can penetrate hardly and give the pleasure to every woman!

gte@mail2peace.com to me

How many times you can have fun at nignt? Triple that time!
http://mont.pathsix.com

wikikiwi

Quién puede ser tan nabo como para llamarse "Kiwi"? Tal vez sea un augurio de la estupidez y el snobismo. Como es el caso de la gestora cultural que se hace llamar como la fruta jugosa.

Anticipo

Las ideas no son de nadie pero cuando ves que alguien se te anticipó y plasmó en papel algo que vos habías pensado, algo que buscaste y te pareció interesante, estallás de furia. ¿Podés estar en todo? ¿Acaso pensás que otra gente no tiene ideas? ¿Qué hacés en esos momentos? Sólo pasás la página y te puteás por dentro.

Discurso interior

Llegás 20 minutos antes. Te decís que está bien, que es mejor llegar temprano que tarde. Mientras esperás que los minutos corran, decidís dar una vuelta por el lugar. Subís al primer piso, enfilás a la derecha. Seguís caminando y cinco minutos después estás en el mismo lugar de donde partiste. Mirás a la gente, mirás al reloj, mirás a la gente, mirás al celular (que tiene reloj). Y así, hasta llegar a la hora 0. Y entonces, llamás. Te dicen donde están, no sabés donde queda eso y te vienen a buscar. Bajás, doblás y seguis bajando. Y entrás: te sentás en la única silla vacía y te percatás de que las siete personas en ese lugar te miran a vos. Uno es el que te habla. Y todos te miran. El sigue hablando. Hacés que entendés. Decís que sí, aja, es verdad y cosas por el estilo. Y te empieza a caer esa gota que recorre la frente y el cuello. Seguís haciendo que escuchás, pero lo más importante sucede adentro: no sabés cómo esa gota furibunda logró llegar a tu espalda.

Muy perdido

la filosofía zen del lavar los platos

Hay dos lugares donde brotan los pensamientos vitales, aquellos más profundos y esenciales: el baño y mientras lavás los platos.

usted

"Por favor, presione el botón", dice el cartelito ubicado por encima de los mingitorios en el baño. No son necesarias estas indicaciones para que aprietes el botón, pero ese no es el asunto a tratar acá. La cuestión es: ¿qué llevó a la personas que se sentó en una computadora, abrió un word e imprimió ese cartel a hablar de usted y no de vos? Es interesante si uno piensa que el usted está en retirada y el vos se impone con más fuerza.

Márgenes

¿Sos lo que haces? ¿Lo que hacés es lo que sos? La obligación siempre es la misma: te empujan a pensar que el trabajo lo es todo. Que si no es trabajo, tu vida es nada. Lo peor es que lo crees, que te movés como si tal idiotez fuera cierta y vos, en lugar de ser un ser humano, fueras un robot, una maquinita tayloriana en una fábrica de chorizos de tinta. Vivir en el trabajo, comer en el trabajo, respirar en el trabajo, dormir... en el trabajo. Tu vida, así planteada, termina siendo lo que está en los bordes: aquella parte de la hoja de carpeta donde terminan sepultadas las anotaciones más importantes, aquellas a las que acudís un minuto antes de dar el final.

Replay

De todos las palabras que conocés, por alguna razón seleccionas unas pocas para repetirlas hasta el hartazgo. Lo sabés y no lo podés evitar. Son muletillas con las que empujás oraciones, puntos de vista. Con ella deslizás comentarios. Hasta que a veces te desdoblás y te escuchás diciéndolas: "es gracioso...", "qué curioso...", "odio....", "todo bien?", "cómo va?". Querés sacudírtelas pero sabés que no se van al menos que se vayan con ellas todas tus palabras.