Venn

El día del amigo despierta un problema taxonómico. Ni de afecto, ni de atención ni de ganas: es un día en el que la definición de "amigo" vuelve (como lo hace cíclicamente) a ser examinada por tu cabeza. ¿Quién entra y quién no en esa categoría? El mapa de la cuestión reproduce puntillosamente esos gráficos tediosos de las clases de matemáticas: el famoso diagrama de Venn --pobre hombre, que su nombre sea confundido ad aeternum con un gráfico en el que dos círculos se intersecan--. Como si la realidad fuera graficable y simplificada en el papel, con una sencillez que ahoga, los "amigos" se separan de los "no amigos" en dos conjuntos distintos, que absorben tu energía y llaman tu atención de manera diametralmente opuesta. ¿A quién ponés y a quién sacás del conjunto "A" (amigos)? ¿A las personas con las que hablás siempre por internet aunque nunca las ves en la realidad? ¿A aquellos amigos --que nunca ves por acá-- pero con los que ya casi ni te cruzás en la calle, en una fiesta, en un copetín? ¿A tus compañeros de trabajo, de los que sólo ves una dimensión (la dimensión laboral) y no conocés cómo son en otros ámbitos? ¿A tus compañeros de facultad que sólo están para pedirte apuntes y para hacer trabajos prácticos para alguna materia? ¿Al diariero, al portero, al hombre del subte, al librero, al recepcionista, al jefe del diario, al vestuarista, a los narcisistas del gimnasio que se adoran cada dos minutos frente al espejo, al psicoanalista? ¿A quién?