Universidad

Cuando uno termina la facultad (la termina de hecho, o termina de cursar) empieza a ver las cosas de otra manera. Para bien y para mal. Ya no hay que preocuparse por los estresantes exámenes (parciales u horror de los horrores, finales). Te das cuenta que no hay que hacerse tanto drama si leíste tal o tal texto; si faltaste a ese teórico clave donde "su autoridad" el profesor --que se calza en su pose de "iluminado"-- vertió todo su conocimiento. No te importa mucho tragarte datos, fechas, nombres para después escupirlos como esponja. Te percatás que ya no te aguantarías tres horas sentado en una silla de plástico roja, de esas en las que no encontrás una posición comoda, para escuchar a un tipo recitando las mismas palabras que aparecen en un libro. Al fin entendés que no importa un 6, un 7, un 8, un 9 o ni siquiera un 10. Son boludeces.
Y aún así, también te das cuenta de que en tu trabajo sos quizás uno de los más jóvenes y que la mayor parte de tu tiempo te la pasás con gente, no vieja (o sí), pero que no es de tu edad; que te gustaría que alguien te patee el culo y te obligué a terminar ese maldito libro que descansa plácidamente en tu mesa de luz; que necesitás motivación, ver gente de tu edad, hacer grupos, hacer nuevos amigos, hablar de boludeces, de por qué Coria apesta, de la mina o tipo que te levantaste, "small talk". Que está bueno escuchar a alguien que leyó más que vos, que tal vez sea copado, inteligente (o no), y aprender algo (un dato para levantar a alguien en una fiesta, por ejemplo).

--FIN DEL MENSAJE--