Ellos

Crecés viéndolos con cierta distancia, sabiendo que son "los otros", los adultos, individuos de costumbres extrañas y gestos protocolares aceitados, plagados de responsabilidades y cuyo único juego es el de hacer de autoridad. Son ellos --pensás-- los que deciden, los que toman decisiones por vos, los que compran cosas (porque pueden), los que dicen que pueden hacer lo que se les plazca, cuando en realidad su libertad no es total. Los años pasan y esa distancia, una brecha corporal, de voz, de altura, de peso, se acorta. Las cosas, los objetos, la ropa que antes te parecían bestialmente grandes para tu modesto tamaño, se transfiguran en objetos mundanos como si alguien los hubiese despojado de ese aura de "objeto adulto" que mirabas pero no tocabas, de lejos. La distancia engaña: a cierta edad, antes de los 12, después de los 5, pensás que ellos lo saben todo; no son como vos, ignorantes, recién iniciados, novatos en un mundo ajeno. Este es su mundo y por ende, saben qué botones apretar para hacer que las cosas sucedan. Pero un día todo cambia. Más bien, no es un día, es un momento: en el que te percatás, como si te hubiesen arrojado el contenido de un vaso de agua a la cara, que cruzaste el umbral. Ya no sos chico, pero ¿sos grande? Es un momento de iluminación: se da en ciertas circunstancias. Como cuando andas lo más tranquilo en la calle y alguien quizas más chico, pero con el cual no advertis una brecha tan pronunciada, se refiere a vos como "señor". Esa palabra de cinco letras hace que tus esquemas salten: utilizada antes hacia vos en forma despectiva y sobradora por parte de profesores autoritarios, ahora no es más que un apelativo, una identificación externa de lo que sos. Sin saberlo y sin que nadie te lo haya dicho, te volviste uno de ELLOS.